Ing. Agr. (MSc) Leonardo Vique
Como técnico y apasionado por el
campo, he tenido la oportunidad de observar de cerca cómo la interrelación
entre árboles y forrajes puede transformar nuestras prácticas ganaderas. En un
país donde la producción ganadera es uno de nuestros pilares económicos, creo
firmemente que explorar el enfoque silvopastoril no solo es necesario, sino que
también es una estrategia prometedora para enfrentar los desafíos climáticos
que se avecinan.
Un aspecto que deberíamos abordar con urgencia es el impacto positivo que los árboles tienen en el microambiente del suelo, especialmente en momentos de sequía. He visto en diversas experiencias de productores que, al incorporar árboles en sus sistemas de pastoreo, el crecimiento de las pasturas no solo se mantiene, sino que, en muchos casos, se potencia. Esto se debe en gran medida a cómo las raíces de los árboles modifican y mejoran la estructura del suelo, elevando su capacidad para retener agua y nutrientes. En un contexto donde la escasez de agua se convierte en una realidad cada vez más habitual, esta ventaja es incuestionable.
Los sistemas silvopastoriles en
Uruguay, que combinan árboles, pasturas y animales, promueven interacciones que
resultan en un impacto positivo en la producción ganadera. Personalmente, estoy
convencido de que a medida que profundizamos en nuestra comprensión acerca de
cómo los árboles influyen en estos sistemas, podremos gestionar eficientemente nuestros
campos, logrando así una mayor respuesta productiva ante condiciones adversas.
A pesar de las variaciones en la
productividad de los sistemas silvopastoriles —dependiendo de factores como el
tipo de suelo, las especies arbóreas elegidas y la intensidad de las sequías—,
es innegable que muestran una mayor resiliencia frente a eventos climáticos
extremos en comparación con los sistemas tradicionales. Este aspecto es crucial
para Uruguay, donde el cambio climático se traduce en sequías más severas y
recurrentes. La combinación de árboles y forrajes podría ser la clave para
asegurar que nuestra producción ganadera no solo se mantenga, sino que también
aumente, mejorando la producción de carne y leche por unidad de superficie.
Investigaciones han demostrado
que en regiones con precipitaciones reducidas la producción de forraje en
sistemas silvopastoriles fue superior en condiciones tanto normales como secas,
en comparación con los sistemas de pasturas sin árboles. Este dato es
alentador, especialmente para nosotros los técnicos y productores en Uruguay,
ya que implica que adoptando estas prácticas podríamos mitigar los efectos de
la sequía en nuestro país.
Mirando hacia Argentina podemos
ver que ha comenzado a experimentar con este tipo de sistemas con gran éxito.
En regiones como la Patagonia y el Chaco, los productores han adoptado
estrategias silvopastoriles que no solo ofrecen sombra y protección a los
animales, sino que también contribuyen a mejorar la calidad del forraje y
agregar rendimiento económico. Nosotros, creo que no podemos quedarnos atrás en
este aspecto. Las experiencias ajenas deberían inspirarnos a explorar nuestras
propias posibilidades y adecuar nuestro modelo ganadero.
Los beneficios de los sistemas
silvopastoriles en Uruguay son claros: se pueden maximizar la producción de
forraje y mejorar la calidad del suelo, mientras que se potencia la
biodiversidad del ecosistema. Los árboles crean un hábitat propicio para una diversidad
de especies, lo que enriquece nuestro entorno natural.
En conclusión, creo que la
sinergia entre árboles y forrajes puede y debe ser parte integral de nuestro
modelo de producción ganadera en Uruguay. La implementación de sistemas
silvopastoriles no solo ofrecería una mayor resistencia a la sequía, sino que también
contribuiría a un ganado más saludable y productivo. Al fomentar esta alianza
entre árboles y forrajes, no solo estaremos protegiendo nuestro patrimonio
productivo, sino también construyendo un futuro más sostenible para la
ganadería uruguaya.
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