Por Ing. Agr. Leonardo Vique
Desde la perspectiva técnica,
abordar la problemática de las malezas en los cultivos de soja en Uruguay se ha
tornado un desafío. A lo largo de los años, hemos visto cómo las prácticas
agronómicas, especialmente la dependencia de herbicidas, han contribuido a la
proliferación de malezas resistentes. La historia de este problema se remonta a
la década de 1980, cuando se introdujeron herbicidas como los inhibidores de
ALS y el glifosato, que facilitaron un manejo más simplificado de los cultivos.
Sin embargo, esta simplificación ha llevado a un aumento en la presión de
selección sobre las malezas, lo que ha generado una preocupación creciente
entre técnicos, asesores e investigadores en el ámbito agropecuario.
Las malezas compiten directamente
con los cultivos por recursos como agua y nutrientes, lo que se traduce en
pérdidas económicas significativas. Estimaciones indican que la soja, en
ausencia de un manejo adecuado de malezas, puede enfrentar reducciones en el
rendimiento de hasta un 76%. Este tipo de información nos resalta la
importancia de utilizar enfoques proactivos y sostenibles en el manejo de
malezas.
Para un manejo efectivo, es
fundamental implementar un monitoreo constante de los lotes, así como realizar
aplicaciones oportunas de herbicidas. En muchas ocasiones, se han detectado
fallas en el control de malezas debido a aplicaciones tardías, lo que se
traduce en una escasa eficacia de los productos utilizados. Una vez que una
maleza ha florecido y sembrado, la aplicación de herbicidas puede resultar
inútil y sólo podría empeorar la situación para el futuro.
Además, es esencial contar con un
diagnóstico preciso de las especies de malezas presentes en cada lote y su
estado de desarrollo antes de realizar cualquier tratamiento. Esta información
es clave, ya que permite a los técnicos formular un plan de acción adaptado a
las condiciones específicas de cada cultivo y región.
Una de las estrategias más
recomendadas actualmente es el Manejo Integrado de Malezas (MIM). Este enfoque
no se basa exclusivamente en el uso de herbicidas, sino que incluye la rotación
de cultivos y la alternancia de herbicidas con diferentes mecanismos de acción.
Esto tiene como objetivo disminuir la selección de biotipos resistentes y
mejorar la efectividad del control de malezas.
También es importante mencionar
que el establecimiento de cultivos de cobertura durante los períodos de
barbecho es una práctica que ha demostrado ser efectiva para limitar el
crecimiento de malezas y reducir la dependencia de herbicidas. Al mantener el suelo
cubierto, se dificultan las condiciones para la germinación y el crecimiento de
especies indeseadas.
En relación con el yuyo colorado (Amaranthus
hybridus), se ha observado que la combinación de diferentes herbicidas
puede ofrecer un mejor control de las poblaciones resistentes. Considero que podría
ser eficiente la combinación de un pre-siembra con un preemergente, para el
control tanto de Amaranthus como de otras gramíneas anuales. La implementación
de estos tratamientos debe ser monitoreada y evaluada para determinar su
eficacia y ajustar las prácticas agrícolas en consecuencia.
Es fundamental que tanto técnicos
como productores adopten un enfoque coordinado y basado en la evidencia para el
manejo de malezas en los cultivos de soja. La transformación de las prácticas
agronómicas, junto con la capacitación continua, es clave para enfrentar este
reto. Solo a través de un trabajo conjunto podremos abordar de manera efectiva
la problemática de las malezas y asegurar la sostenibilidad y productividad de
nuestros agroecosistemas.
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